lunes, 7 de noviembre de 2016

Sobre el control de precios



La foto que ven arriba no es de Cuba o Venezuela, la hice antes de ayer en el Agromercado de Breña Alta (La Palma, Islas Canarias). Aprovechando este hecho insólito, hablaremos hoy del control de precios. En este caso, la autoridad municipal fija, cada semana, unos precios mínimos y máximos de venta de los productos agrícolas. Son los propios productores quienes venden directamente al público su género sin que exista un intermediario comercial. La finalidad del control de precios, según reza la propia web del Agromercado es: «garantizar los precios más justos para consumidores y productores».

Supuestamente —dicen los valedores del control de precios— esta medida limita la «feroz» competencia y ello beneficia a vendedores y compradores; también mejora la economía de los campesinos y artesanos locales, amén de otros beneficios relacionados con el «ecologismo» y la «sostenibilidad». Intentaré justificar que, lejos de alcanzar sus objetivos, el control de precios perjudica a cuantos participan en un intercambio.

Lo primero que debemos aclarar es que conceptos como «comercio justo», beneficio «razonable» (o «excesivo»), «soberanía», «consumo responsable», «economía humanista» (Sampedro) y otras expresiones retóricas similares tienen su origen en sentimientos, deseos y prejuicios ideológicos que son completamente ajenos a la ciencia económica.

En segundo lugar, existe un intermediario institucional —el ayuntamiento de Breña Alta— que paga los costes de mantenimiento de las instalaciones del mercadillo con cargo a su presupuesto. Los políticos otorgan un privilegio a una treintena de productores a expensas del resto de vecinos.

Ahora hagamos un análisis económico del control de precios. Si la franja autorizada es muy amplia, es decir, si el precio mínimo es muy bajo y el precio máximo es muy alto, la medida no afectará al mercado. Pero si la horquilla de precios se va estrechando aparecen problemas. Por ejemplo, los productos perecederos se deterioran rápidamente y es posible que el precio de mercado de alguno se sitúe por debajo de su precio mínimo de venta. En tal caso, el vendedor no podrá colocar ese género y sólo le queda aceptar la pérdida, intentar venderlo en otro mercado o utilizarlo como materia prima para elaborar otros productos (mermelada, repostería) no sometidos al control de precios. El precio mínimo inflige pérdidas al vendedor en forma de mermas y pérdidas al comprador en forma de una oportunidad de ahorro desperdiciada. 

En relación al precio máximo. Los productos que ofrecen los vendedores no son homogéneos, por ejemplo, las cebollas y calabacines de cada puesto tienen diferentes calibres y calidades; por otro lado, algunos productos son más escasos de otros. Esto hará que el precio de mercado de ciertos productos se sitúe por encima de su precio máximo. Si el vendedor no hace nada, los primeros consumidores agotarán las existencias rápidamente y el mayor beneficio de estos habrá sido a expensas del primero. Pero el vendedor no es tonto y procurará sustraer aquellos productos de alto valor para venderlos a mayor precio en otro sitio. El precio máximo, por tanto, impide al vendedor obtener mayores beneficios y a los consumidores tener acceso a productos de mayor calidad. Los dos salen perdiendo.

Parque de Los Alamos, Breña Alta, La Palma
En ambos supuestos, el vendedor intenta colocar parte de su producción en otro mercado, pero si el control de precios es general, intentará venderlo al margen de la ley en el mercado negro. Éste es consecuencia directa de una prohibición o regulación gubernamental del comercio. Los consumidores, por otra parte, salen perjudicados al no poder comprar a precios con mayores descuentos. 

Este razonamiento económico es aplicable a cualquier control de precios y en cualquier mercado, da igual que analicemos frutas y verduras, alquileres de inmuebles o leyes de salario mínimo. El perjuicio a ambas partes del intercambio siempre está presente y en unos casos será más visible que en otros. Ningún control de precios puede mejorar la economía y es una desgracia que los políticos de Breña Alta todavía lo ignoren.

El daño que hace el control de precios en el Agromercado de Breña Alta es mínimo, al fin y al cabo, estamos ante un diminuto mercadillo donde unos pocos lugareños coloca su producción doméstica. Este tipo de mercadillos municipales «regulados», en general, no mejoran la economía local pero sirven para que los políticos capturen un centenar de votos entre unas cuantas familias: agricultores, ganaderos, reposteros, artesanos y otros que se cobijan bajo el paraguas dadivoso del ayuntamiento. 
El Agromercado de Breña Alta es un espacio para el encuentro entre productores y consumidores ocupados en mejorar nuestra alimentación y nuestra salud, potenciando la soberanía alimentaria y el consumo responsable.
Lo relevante de esta nefasta práctica, a mi juicio, es su simbolismo. El marxismo, desgraciadamente, no ha muerto; se ha mimetizado en forma de bioideologías, como el ecologismo, y es aquí donde despliega sus plan de acción colectivista. Las ideas en contra del libre comercio gozan de buena salud. A pesar de que todos entendemos y disfrutamos las ventajas materiales del capitalismo y del libre mercado, sus principios éticos siguen sin ser entendidos. Muchos no comprenden que toda transacción libre y consentida siempre es justa pues ambas partes salen ganando. Y como el valor es subjetivo e inconmensurable no hay forma de saber cuál de las dos partes ha ganado más en el intercambio. En definitiva, el control de precios no tiene justificación alguna, ni económica, ni ética y sólo perjudica a quienes participan en el mercado.  

domingo, 30 de octubre de 2016

¿Se hereda la pobreza?

Un tertuliano afirmaba esta mañana: "la pobreza se hereda", y por poco me atraganto con el gofio. El gofio es ese alimento de aspecto grumoso que sólo un canario es capaz de apreciar. La leche con gofio me ayuda a digerir, cada mañana, el cúmulo de sandeces que oigo en la radio.

En primer lugar, la pobreza no es un fenómeno genético. No se hereda la pobreza como se hereda la diabetes, la calvicie, la belleza o cualquier otro rasgo físico (fenotipo). En el sentido biológico, por tanto, de padres pobres no nacen hijos pobres. La pobreza, afortunadamente, no es un estado permanente del hombre. Alguien puede nacer pobre, después hacerse rico y morir otra vez pobre. El hombre puede "estar" pobre pero no "es" pobre ya que posee su cuerpo y su mente para producir bienes, comerciar y crear riqueza.

Duquesa de Alba
En segundo lugar, la pobreza o la riqueza tampoco se heredan en el sentido económico. Un afortunado heredero no hereda la "riqueza" de sus industriosos progenitores ¡qué más quisiera! lo que hereda es una cierta cantidad de capital: dinero, bienes, propiedades, etc. que lo convierten en una persona rica. Creían los marxistas que el capital se mantenía de forma automática, craso error, para conservarlo se requiere trabajo, juicio y, sobre todo, mantener una conducta económica; en caso contrario se termina en la ruina.

En el Antiguo Régimen la sociedad era estamental y la riqueza se heredaba junto al título nobiliario, aún así, este privilegio recaía exclusivamente en el hijo primogénito (mayorazgo) mientras que el resto tenía que buscarse la vida el Ejército o en la Iglesia. Gonzalo Fernández de Córdoba, el famoso Gran Capitán, fue uno de estos segundones que hizo fortuna haciendo la guerra. Esto fue así hasta la aparición de la burguesía y la Revolución Industrial.

Con la aparición de los burgos y el fomento del comercio, entre otros factores, la estanqueidad de las clases sociales dio paso a una incipiente movilidad social. La nobleza dejó de ser un seguro de riqueza y la pobreza dejó de ser el destino inexorable de las masas. 


La llegada del capitalismo dio la puntilla a la sociedad estamental e hizo posible una mayor permeabilidad social. Haber nacido pobre ya no era una excusa para morir pobre. El pecado era morir pobre pudiendo haber hecho al respecto durante la vida. Por ello, resulta anacrónico que en el siglo XXI alguien afirme que la pobreza se hereda, y si no, que le pregunten a Amancio Ortega.

A pesar de la evidencia todavía se oyen bobadas de este tipo: "el dinero llama al dinero" o "los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres". Solo los necios, los vagos o los envidiosos se quejan de que haya ricos y pobres, como si los primeros lo fueran a expensas de los segundos, popular mito atribuido a Montaigne. Menos mal que la imbecilidad, la pereza y la envidia tampoco se heredan.

miércoles, 19 de octubre de 2016

Brexit e inflación


El titular de este artículo es algo alarmista y por ello intentaré hoy explicar qué es la inflación y cómo se produce. En primer lugar, la inflación no es un caballo y, por tanto, no se «desboca». Más bien, son los políticos quienes se «desbocan» y se enloquecen imprimiendo billetes hasta destruir la moneda. La inflación no es un fenómeno misterioso e incontrolable, obedece a causas muy bien conocidas. La inflación es el aumento de la cantidad de dinero en circulación y se produce de dos formas: a) La primera es muy clara, el Banco Central tiene una máquina para imprimir billetes, este dinero pasa a manos del gobierno que lo gasta de diferentes formas (servicios públicos, armamento, obras públicas, etc.). b) La segunda forma, más confusa, es provocada por la banca comercial. Funciona así: Los bancos cogen el dinero depositado a la vista (cuentas corrientes) de sus clientes y lo prestan a otros clientes, esto se llama Banca con Reserva Fraccionaria. En España, el coeficiente de reserva es 2%, es decir, el gobierno permite a los bancos que presten hasta el 98% del dinero depositado a la vista. De igual forma que el Banco Central imprime billetes (expansión monetaria), los bancos comerciales imprimen cheques y pagarés que se intercambian «como» si fuera dinero (expansión crediticia). Ambos fenómenos son equivalentes y provocan inflación: el aumento de la cantidad de dinero en circulación. 

El encarecimiento de la cesta de la compra, en realidad, es tan sólo el efecto de la auténtica inflación y ninguna otra cosa puede causarla. Por ejemplo, la subida del precio del petróleo no puede causar un aumento generalizado de los precios. Cuando el precio de un producto sube, el precio de otro producto baja. Supongamos que cada mes usted gana 1.500€ y gasta 100€ en gasolina, si el precio de ésta sube 50% y usted recorre los mismos km., si quiere llegar a fin de mes, deberá dejar de consumir 50€ en otros productos; esta menor demanda provoca la caída de los precios de estos últimos y el nivel general queda inalterado. Si la cantidad de dinero en circulación no aumenta, no hay inflación posible pues el sistema de precios funciona como un circuito de vasos comunicantes. La caída de la libra, por tanto, no puede hacer que todos los precios aumenten:

«La fuerte caída de la libra, de alrededor del 18% desde que se votó a favor del Brexit, está provocando que se encarezcan las importaciones, por lo que a muchos productores están subiendo los precios para mantener su negocio»


Si debido a la nueva coyuntura los productores pudieran subir los precios, sin más, sin que los consumidores reaccionen dejando de comprar ¿por qué no lo hicieron antes? Todo empresario siempre procura vender al mayor precio posible que le permite el mercado. De igual modo, algunos políticos también creen que una subida de impuestos puede repercutirse automáticamente al consumidor de tal forma que la medida sea neutra para el productor. Ambas ideas son falsas. La formación de precios funciona en sentido inverso a como la mayoría de la gente piensa. Como dice Miguel Anxo Bastos: «la economía es contraintuitiva». Es el consumidor final quien fija el precio que está dispuesto a pagar y, a partir de aquí, se forman los precios de los factores de producción (materias primas, salarios, maquinaria) de forma regresiva. Si sube el precio del pan, cuya demanda es poco elástica, deberá bajar el precio del perfume, cuya demanda es elástica. Los consumidores no dejan de comer pan pero gastan menos en colonia o zapatos. Si las importaciones se encarecen, las exportaciones se abaratan. El resultado neto es cero. Recuerden, la única forma de que exista una subida generalizada de precios es mediante la expansión monetaria (Banco Central) y la expansión crediticia (Banca con Reserva Fraccionaria).

lunes, 17 de octubre de 2016

¿Contribuimos para recibir?


Propaganda es la difusión de ideas de carácter político para que una audiencia acepte ciertas ideas y se comporte según los intereses del propagandista. La propaganda es una forma de manipulación que combina mentiras, falacias y medias verdades. La campaña del Ministerio de Hacienda titulada «Contribuimos para recibir» es un esfuerzo más por generar una opinión pública favorable a los impuestos y así reducir el fraude fiscal. El argumento central es que si no nos resistimos al cobro de impuestos todos salimos ganando. 

La primera trampa es el eufemismo de llamar al impuesto «contribución» como si tal cosa fuese voluntaria. El ciudadano no es libre de no contribuir y, por ello, el término «contribuyente» es equívoco y debería ser reemplazado por «confiscado». De igual modo, cuando el ayuntamiento te dice que se abre el «Periodo voluntario de pago» de tributos tú piensas en voz alta: ¡son unos cachondos!

El anuncio que hoy analizo comienza con una serie de gazapos: «Si no fuera por Juan (abuelo), Ana no podría llevar a su hija al colegio cada mañana». Esto es un falso dilema. Si el abuelo no existiera Ana buscaría una solución, entre varias alternativas, para que su hija no faltara al colegio. El anunciante intenta presentar la cooperación social como si de una cadena de favores se tratara pero lo que hace Juan por Ana no tiene conexión causal con lo que hace Ana por Cristina, ni en lo que hace Cristina por Héctor. Por ejemplo, si el panadero que vive enfrente de mi casa no hiciera el pan cada mañana no pasaría nada grave, yo buscaría otro panadero en el mercado y asunto resuleto. Esta línea argumentativa termina, de forma circular, en que «Si no fuera por Héctor, Juan no recibiría cada mes su pensión a tiempo». Nueva falacia, pues el único causante de convertir a los pensionistas en dependientes de los cotizantes es el gobierno. En un sistema de capitalización (y no de reparto) Juan no dependería de Héctor, sino de sí mismo.

Lo siguiente es algo llamado «desliz argumentativo». Los ejemplos presentados al inicio son actos voluntarios: Juan lleva a su nieta al colegio; Ana, Cristina y Héctor realizan intercambios en el libre mercado; pero el último caso es distinto: Héctor no paga voluntariamente la pensión de Juan. El anunciante quiere inducirnos a pensar que los intercambios (forzosos) del gobierno, los mercantiles y los familiares son todos de la misma naturaleza: libres y consentidos.

Hacienda nos dice que gracias a los impuestos disfrutamos de una serie de servicios públicos: sanidad, educación, pensiones, parques, carreteras, ayudas, etc. Esto es una verdad a medias. Los consumidores disfrutarían más si pudieran consumir servicios libremente y no los que impone el gobierno. Y si no es así ¿por qué el 80% de los funcionarios elige un seguro privado de salud?

La falacia principal, a mi entender, es intentar convencernos de que si todos pagamos impuestos (la cantidad dictada por el gobierno en cada momento), todos salimos ganamos. Si esto fuera cierto el anuncio sobraría. Los impuestos benefician a unos y perjudican a otros; John C. Calhoum afirmó que la sociedad se dividía en dos clases: los consumidores y los proveedores netos de impuestos. Los primeros reciben más de lo que pagan más y los segundos pagan más de lo que reciben. 

«Contribuir para recibir» resulta un tanto ambiguo. En los servicios estatales (servicio público es un oxímoron) no existe una correlación entre el pago y el consumo. Nadie sabe con precisión cuánto recibe por lo que paga si bien, de forma intuitiva, muchos son conscientes de que gran parte del dinero se queda por el camino. Todo servicio público es beneficioso para el Estado y ruinoso para el contribuyente, por este motivo, el intercambio debe ejecutarse bajo amenaza de sanción.


En resumen, la campaña «Contribuimos para recibir» tiene todos los ingredientes de una falacia informal la cual, según Luis Vega, catedrático de Historia de la Lógica, se caracteriza por el uso equívoco de términos (contribuyente, todos), por partir de premisas falsas («si no fuera por...»), por abusar de imprecisión (recibir), por emplear deslices discursivos (inferir que algo forzoso es voluntario) y por llegar a conclusiones que no están debidamente justificadas (todos nos beneficiamos por igual). En realidad, no necesitamos alguien que nos esquilme por nuestro propio bien.

viernes, 7 de octubre de 2016

Turismo y empleo en Canarias

Hotel Palacio de Isora 

Existe en Canarias una crítica generalizada a los hoteleros porque, supuestamente, no contratan suficiente personal  y entregan a los turistas un servicio deficiente. Estos ataques provienen de políticos, sindicatos y periodistas, siendo aceptados por gran parte de la población. El presidente de ASHOTEL, Jorge Marichal, es preguntado día sí y día también lo siguiente: ¿Cómo es posible que si aumenta el número de turistas en Canarias no aumente en igual proporción el empleo en el sector? Algunos intervencionistas ya han advertido que es preciso fijar, «por ley» —es decir, por cojones— plantillas mínimas para mantener la calidad del destino turístico y evitar que los empresarios obtengan una ganancia "excesiva". Por desgracia, el marxismo sigue gozando de buena salud en este archipiélago hostil al libre mercado. Un ejemplo de esta infame campaña lo aprecio al escuchar Inter Radio Tenerife, donde se critica al Hotel Gran Meliá Palacio de Isora por ofrecer a sus clientes no hacer las habitaciones (máximo 3 días seguidos) a cambio de un bono de 20€/día para ser consumido dentro del establecimiento. Llamo a este hotel para informarme del asunto y la telefonista me dice que, efectivamente, la "Green Choice" lleva funcionando varios años con gran acogida por parte de los clientes. Pero el periodista "Lito" y su contertulio prefieren la limpieza de las habitaciones a diario y que toallas y sábanas se laven sin necesidad para poder contratar más personal. ¡Hay que joderse, cuánto daño puede hacer un par de ignorantes con un micrófono! La solución, creo yo, frente a tanta demagogia, es evitar caer en contradicciones y aceptar la verdad sin tapujos. Los empresarios deben defenderse con valentía y reconocer públicamente lo que piensan en privado. Yo les propongo usar estos argumentos:


1. La misión de la empresa no es crear empleo sino ganar dinero satisfaciendo cumplidamente las necesidades de los consumidores. El empleo no es un fin empresarial, es un medio. Para el empleado el trabajo tampoco es un fin sino un medio para ganar dinero y atender otros fines. 

2. La productividad aumenta con una mayor cantidad de capital invertido. Si una máquina es más rentable que un empleado todo empresario juicioso se hará con la primera y despedirá al segundo. Cuanto más se empeñen gobierno y sindicatos en elevar coactivamente el precio del factor trabajo (las mal llamadas "conquistas sociales") por encima del precio que fije el libre mercado, mayores incentivos tiene el empresario para sustituir mano de obra por máquinas. Esto es conocido como "efecto Ricardo", en alusión al economista británico David Ricardo (1772-1823).

3. Mantener los estándares de calidad que se entregan al cliente empleando menos personal es tan bueno como hacerlo gastando menos agua, electricidad u otro gasto de funcionamiento. El buen empresario debe reducir, tanto como sea posible, todos sus costes, y los salarios es el epígrafe más importante. Esta reducción debe ser compatible con el buen funcionamiento del negocio a medio y largo plazo. La oferta Green Choice de Hoteles Meliá es un ejemplo de innovación turística donde la empresa ahorra personal, agua, jabón, electricidad, etc. y transfiere parte de ese ahorro a los clientes en forma de bono económico. Las dos partes salen ganando. Además, el cliente es libre de aceptar o no la oferta del hotel.


En definitiva, no existe una relación directamente proporcional entre el aumento de visitantes y el aumento del empleo en un destino. Afirmar que si el turismo crece X%, el empleo debería crecer X% es reducir la ciencia económica a una simple regla de tres. Los econometristas suelen hacer este tipo de proyecciones y créanme, fallan más que una escopeta de feria. El método es incorrecto. La cuestión es que se puede (y se debe) trabajar con la plantilla más ajustada posible y esto, lejos de ser censurable, es lo correcto. La plantilla óptima de cada hotel es un dato que no está disponible en el mundo, es vano buscarlo mediante fórmulas y más perverso aún tratar de imponerlo mediante la violencia legislativa (valga la redundancia). Dimensionar la plantilla es un proceso de descubrimiento propio de la función empresarial y que únicamente compete a la Propiedad. La cuenta de resultados le dice posteriormente si acertó o se equivocó. Cualquier intento de forzar al hotelero para que contrate más personal y así reducir la tasa de paro en las islas no sólo es una fechoría sino que además es una medida destinada al fracaso. El empresario no es un animal de sacrificio, ni contrata empleados para reducir la tasa de paro, contrata la mano de obra necesaria para producir y ganar dinero; de igual modo, los empleados tampoco trabajan para mantener a sus empresas, lo hacen por interés propio. Así que políticos, sindicalistas, periodistas y tertulianos: ustedes que nunca han dirigido un hotel, que en economía están limpios como escoplos y que no saben de lo que hablan, dedíquense mejor a buscar otro chivo expiatorio. Lean primero a Mises (La Acción Humana) y luego a Rothbard (Poder y Mercado) y si llegaran a entender el texto, cosa que es posible con esfuerzo, tal vez empiecen a dirigir sus críticas hacia los verdaderos responsables de la elevada tasa de paro. Ahí lo dejo.

viernes, 2 de septiembre de 2016

Réplica a Paco Capella sobre el anarco-capitalismo

Este artículo es una réplica a otro de Francisco Capella titulado «Más problemas del anarcocapitalismo», publicado en la web del Instituto Juan de Mariana (IJM), el 11/08/2016. Empieza Capella su argumentación con esta frase: «Independientemente de la corrección o validez de sus ideas, el anarcocapitalismo es una teoría política (o antipolítica) extrema, muy minoritaria, y con un alto porcentaje de fanáticos e ingenuos entre sus seguidores». Mal comienzo sin duda porque la esencia de un debate intelectual, precisamente, es la corrección y validez de los argumentos presentados y no el número de seguidores que tengan ciertas ideas. No es epistemológicamente aceptable apelar a una pretensión democrática de la verdad, regla que nuestro autor evidentemente olvida cuando se trata de comparar el número de liberales con el de socialistas. Hace pocas semanas Capella impartió en Málaga una magnífica conferencia TEDx donde afirmaba que la ausencia de libertad —el socialismo— era imposible que funcionara (Mises, 1920), por eso, no entendemos que ahora diga, de otro modo y en otro foro, que un «poquito» de socialismo (minarquismo) sí es posible porque la ausencia total de socialismo (anarcocapitalismo) no es posible. ¿Ustedes entienden esto? 

Thomas Hobbes
Apelando al argumento de Thomas Hobbes —el hombre es un lobo para el hombre— Capella opina que el monopolio de la violencia estatal es un mal menor que debemos asumir y, por ello, algunos sectores económicos como Defensa, Seguridad y Justicia deben seguir en manos de un «Gran Lobo» que es más fiable que muchos pequeños lobos actuando libremente en el mercado. Admito que el anarcocapitalismo para algunos (Dalmacio Negro) es una utopía fuerte —algo imposible— mientras que para otros es una utopía débil  —algo difícil de conseguir. Eso está por ver. El problema es que los apóstoles del Estado, incluidos los minarquistas del Estado «pequeñito», siguen dando vida y amparando intelectualmente la violencia institucional, eso sí, sólo en pequeñas dosis. 

José Hdez. Cabrera
Respecto de los argumentos económicos que justifican la existencia del Estado no voy a criticar, una vez más, la endeble teoría samuelsoniana de los bienes públicos, externalidades y free riders. Tan solo quisiera aclarar que el anecdótico ejemplo de los fuegos artificiales, que expuse a contrarreloj en el IX Congreso de EconomíaAustriaca, debe interpretarse en este sentido: si la gente demuestra cooperar económicamente, al margen del free rider, en asuntos poco relevantes para su vida, ¿por qué no habría de cooperar en otras cuestiones vitales? 

Lo que resulta inadmisible del artículo de Capella es su elenco de descalificaciones, algo impropio de quien imparte clases de comunicación de las ideas. Es una falacia ad hominem calificar a los ancaps como un grupo de «radicales, fanáticos, ingenuos, fundamentalistas, integristas y adolescentes inmaduros». El anarcocapitalismo, como decía Rothbard, no es otra cosa que llevar los principios de libertad, propiedad y no agresión hasta sus últimas consecuencias lógicas. Craso error es confundir «integridad» intelectual con «integrismo y fanatismo».
Jesús Huerta de Soto
Vuelve a equivocarse Capella apelando a una supuesta evolución positiva del pensamiento que discurre desde posturas radicales hacia otras más equilibradas, como si ello fuera sinónimo de progresismo intelectual o como si la verdad estuviera en algún sitio intermedio entre ideas opuestas. El hecho es que muchos ancaps no lo fueron en sus tiempos mozos y sólo abrazaron la anarquía de mercado en su madurez intelectual, caso de Rothbard, Hoppe, Huerta de Soto y Bastos, entre otros. Capella presume de haber «evolucionado» hacia la sensatez y de haber influido (tal vez) en Rallo en este sentido. El pasado julio, en Lanzarote, Rallo afirmaba que el anarcocapitalismo pudiera ser deseable, pero que no lo creía factible; por este motivo, tal vez, defienda un Estado del 5%, pero al menos lo hace respetando a quienes opinamos que un 5% de coacción es inmoral. Espero que los dirigentes del IJM recuperen la mejor tradición escolástica que defendía la libertad, la propiedad y la justicia «sin concesiones», tal y como decía ufanamente el profesor Huerta de Soto refiriéndose a sí mismo el pasado 3 de junio al recibir el X Premio Juan de Mariana.

sábado, 27 de agosto de 2016

El estancamiento económico de La Palma: análisis y prospectiva

Playa de Nogales - La Palma
Desde hace 32 años visito frecuentemente la isla de La Palma, lugar único en el mundo por su belleza natural y clima. En el transcurso de tres décadas, sin embargo, he podido constatar su estancamiento económico y demográfico. Sería muy complejo hacer una análisis detallado y riguroso de las causas de esta situación, por ello, aquí sólo pretendo apuntar algunas intuiciones personales. El principal problema de La Palma, creo yo, es que el sector público ha ido colonizando todos los ámbitos económicos que en una sociedad libre corresponden al sector privado. 

La intervención económica, la regulación obsesiva de los políticos (autonómicos, insulares y locales) y los altos impuestos han convertido a La Palma en un territorio hostil a la inversión empresarial (y no existe tal cosa como «inversión pública»). En 2001, el gordo de la lotería de Navidad repartió 15.000 millones de pesetas (90,1 millones €) en Santa Cruz de La Palma (censo 17.000). ¿Y qué hicieron los agraciados? la mayoría asignó una parte del dinero al consumo (casa, coche, viaje) y guardó la otra parte en el banco, en forma de ahorro (depósitos) o inversión (fondos, acciones, bonos). Esta decisión no sólo es respetable: cada uno es soberano para emplear su dinero como quiera; además, es una decisión impecable desde el punto de vista económico: solamente los héroes o los idiotas (según se mire) se complican la vida montando un negocio y contratando empleados. En La Palma la expresión «que invierta su puta madre» adquiere su máximo sentido.

Plaga "rabo de gato"
La Palma tiene una excesiva dependencia del sector público, ya sea directamente con organismos y personal (políticos y funcionarios) públicos o indirectamente con la agricultura del plátano subsidiada con fondos europeos. Los políticos han conseguido que nadie haga nada, salvo ellos, que lo hacen todo y lo controlan todo; siempre en aras de ese misterioso e indefinido «interés general». Toda actividad económica es pública o está controlada políticamente mediante regulaciones y subvenciones. El teatro es público y el cine está licenciado, todos los centros de visitantes turísticos son públicos, las escuelas de música, folclore y artesanía son públicas, la empresa de guaguas recibe ayudas públicas, las pistas de pádel y los cursos de natación (complejo deportivo de Miraflores) son públicos y hasta los artesanos necesitan un carné del omnipresente Cabildo. Nada en la isla bonita escapa al «Ojo de Sauron», una Administración Pública omnipotente que somete a la población con una doble fórmula: premios para los amigos y castigo para los que osen ir por libre. Ningún empresario puede asomar el hocico sin el visto bueno de la autoridad y nadie puede competir con este formidable rival, que como «rabo de gato», todo lo invade.  

El origen del problema reside en las ideas seculares que demonizan el capitalismo, el comercio y la economía laissez-faire. Estas ideas persisten en el cancionero popular cuando se culpa al malvado intermediario de la pobreza del campesino platanero. Mientras la gente siga pensando que los políticos dinamizan (y no dinamitan) la economía, estamos jodidos. Mientras los vecinos acudan al alcalde para pedir un puestito de trabajo, estamos condenados a la servidumbre de un nuevo señor feudal que cambia cada 4 años. Mientras los políticos sigan jugando a ser empresarios -con pólvora de rey- y sigan ahogando al sector privado, no hay nada que hacer. Y mientras los individuos no crean que son los únicos responsables de sus vidas, no hay arreglo posible. Tanto el problema como la solución residen en el campo ideológico. Lo malo es que las ideas que imperan en la sociedad son moldeadas por los políticos mediante la educación estatal y los medios públicos de comunicación de masas, entre otros. Si el sector público fagocita al privado es porque la gente prefiere el estatismo a la libertad, el favor al mérito y el robo al respeto de la propiedad privada. Hasta que la gente no comprenda que solamente el sector privado genera riqueza y el que sector público es un lastre, un parásito que hay que erradicar, no hay nada que hacer. En este sentido, soy pesimista, al menos a corto plazo.

¿Cuál es el futuro económico de La Palma? El día que las ayudas al plátano desaparezcan La Palma sufrirá una nueva crisis económica seguida de otra emigración masiva. En la isla ya no quedará nadie a quien administrar, regular y dar un carné. Sólo quedarán políticos, funcionarios, pensionistas, limpiadoras, cuidadores de ancianos, peluqueras, algunos dueños de comercios y bares, taxistas y un sector turístico famélico. Solamente podrán sobrevivir en La Palma aquellos trabajadores independientes (freelance) cuya actividad pueda eludir el asfixiante control gubernamental. Para ello, será esencial eliminar todo coste fijo como oficinas, locales o empleados. Podrá «escapar» todo aquél que trabaje desde su casa o haga servicios a domicilio. Aprecio un futuro en el alquiler vacacional de habitaciones y casas rurales siempre y cuando se actúe con discreción para evitar la depredación fiscal (valga la redundancia). Sólo quienes abracen la economía sumergida y quienes puedan soslayar a los saqueadores podrán vivir, aunque no sea holgadamente.